Cuando Wanda Rijo entrenaba en los gimnasios del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, en preparación para sus eventos internacionales, lo mejor era que nadie a su alrededor pensara en hacer alboroto, so pena de recibir una reprimenda de la pesista por desconcentrarla de su trabajo.
La intensidad que imprimía a ese trabajo le llevó a cosechar dos medallas de oro panamericano y tres preseas doradas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe; en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 terminó entre las 10 mejores pesistas del mundo en la categoría de 75 kilogramos. No por nada Rijo ha recibido el sobrenombre de la “Reina de la haltero lia”.
La petromacorisana llegó al deporte de las pesas a los 15 años, al ser descubierta por el entrenador Fausto Gómez en medio de una práctica de tiro de bala. Wanda presentaba una buena exibilidad, tenía fuerza y además resistencia, cualidades que apuntaban a un alto potencial para brillar en la haltero lia.
Decidida a entregarse al deporte, sus entrenamientos diarios le tomaban seis horas: tres horas en la mañana practicando las modalidades de arranque y envión, así como el fortalecimiento de las piernas, los hombros y la espalda; dedicaba tres horas en las tardes a los ejercicios complementarios para las extremidades y la espalda.
“Wanda se tomaba su tiempo para hacer muchas otras cosas, como la preparación física, los saltos para lograr la exibilidad; corría y se enfocaba mucho en los hombros”, recuerda William Ozuna, presidente de la Federación Dominicana de Levantamiento de Pesas.
Los resultados se vieron apenas cuatro años después de haberse iniciado en el deporte, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Maracaibo en 1998: allí se convirtió en la primera atleta dominicana en darle al país tres medallas de oro en ese evento. Además, implantó marcas regionales en arranque (75), envión (120) y un total de 195kg.
“Dios estuvo conmigo siempre; los sacri cios realizados fueron respondidos con esas medallas”, a rma Rijo.
Un año más tarde representó al país en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, y al subir a la plataforma con su leotardo rojo de rayas blancas, registró 100 kilogramos en la modalidad de arranque y 120 kilogramos en la de envión, para con sus 220 kilogramos totales quedarse con la primera medalla dorada panamericana femenina en la historia dominicana.
“En la plataforma era aguerrida y se notaba claramente su ímpetu”, rememora Ozuna. “Estuvo en prácticamente todos los niveles internacionales”. En efecto, en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 conquistó el octavo puesto con un levantamiento total de 215 kilogramos.
Sin embargo, en 2002 el dominio de Rijo en las plataformas parecía ir cediendo, al perder su condición de reina en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Salvador, con tres medallas de plata.
La con anza amenazada por la pérdida del cetro centroamericano puso en tela de juicio la hegemonía de Rijo. ¿Podría seguir dominando como en el pasado? Los Panamericanos de Santo Domingo 2003 fueron la plaza donde se presentó la oportunidad de enseñar de qué estaba hecha: ahí superó a la argentina Nora Koppel y a la venezolana Raquel López para alzarse con el oro ante los ojos de su propio país.
“Ganar frente al público dominicano tuvo un valor agregado para mí”, explica la medallista. “Recuerdo que lloré de la alegría. Fue uno de los momentos más importantes de mi carrera como pesista”.
En 2004, participó en sus segundos Juegos Olímpicos, Atenas 2004, quedando en décimo lugar con un total acumulado de 237.5 kilogramos en una competencia donde la tailandesa Pawina Thongsuk conquistó el oro con 272.5 kilogramos.
Fue para esos días cuando Rijo, a mitad de la veintena, decidió entregar su vida al cristianismo. “Mis primeros 25 años estuve como muerta, no conocía de Dios ni de la Biblia”, resume.
Rijo se graduó de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña como licenciada en contabilidad, carrera que ejerce en el Ministerio de Deportes. Casada en 2007, ella y su esposo Argelys Rodríguez forman parte de un grupo de líderes que sirven a la iglesia evangélica, y también forman parte de un hogar que ha producido tres hijas.
Aunque retirada del deporte, se siente mucho más que orgullosa de los logros alcanzados, y de haber puesto en alto la bandera quisqueyana. “Le agradezco a mi país por creer en mí, por con ar, por apoyarme, y por permitirme vivir en el lugar más hermoso del mundo”, declara. Después de ganar esas medallas, siente que ha ganado otras más. “He continuado con mis tres medallas de verdadero oro: Dios, mi esposo y mis hijas”.
Esos logros alcanzados por Rijo le merecieron en el 2016 una exaltación al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano. De San Pedro de Macorís al Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. Del Centro Olímpico a participar en Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos y Olímpicos y ahora a la inmortalidad del deporte, Wanda Rijo, sin lugar a dudas, es una gloria dominicana.