En 1962, dos años antes de la primera participación de República Dominicana en unos Juegos Olímpicos con la representación de Alberto Torres en atletismo, nació en La Romana un niño que entraría a la historia deportiva del país con una marca indeleble.
Uno de cinco hermanos boxeadores, Pedro Julio Nolasco adoptó el deporte de los puños enguantados desde muy temprana edad, bajo el entrenamiento de Víctor Pascual en el Club Papagayo. De hecho, llegó a formar parte de la selección nacional siendo apenas un adolescente.
A los 22 años, ese muchacho de La Romana se convirtió en el primer medallista olímpico del país, en los Juegos de Los Ángeles 1984.
“Era un boxeador muy técnico, se ayudaba mucho con grandes combinaciones abajo y arriba y derrotaba con facilidad a cualquier rival”, recuerda Pascual, quien a sus 72 años ha perdido la vista afectado por la diabetes, pero deja escapar una sonrisa cada vez que menciona el nombre de su pupilo.
“Yo fui su primer entrenador; él comenzó a boxear alrededor de los 14 años”, añade. “Siempre me ha gustado el boxeo técnico y le enseñé a protegerse y a defenderse. Fue muy entendedor y me escuchó siempre”.
Pascual recuerda cómo Nolasco entrenó duro, dos horas diarias por dos años consecutivos, antes de tener su primer chance de ingresar a la selección nacional.
Su primer evento internacional de relevancia fueron los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1978 en Medellín, donde conquistó la medalla de plata con apenas 16 años de edad.
“Desde muy temprano, Pedro Julio demostró el tipo de hombre que sería, el tipo de atleta que no daba problemas”, recuerda el entonces presidente de la Federación Dominicana de Boxeo, el ingeniero Bienvenido Solano. “Era un muchacho sumamente trabajador y esmerado en el ring; era disciplinado, y no daba problemas con las órdenes que se le daban”.
Un año más tarde, Nolasco participó en los Juegos Panamericanos que se celebraron en San Juan, Puerto Rico. Allí, compitiendo en el peso mosca de 112 libras, ofreció una excelente representación de la bandera tricolor. En su primer combate ante el brasileño Antonio Toledo ganó por puntos, e hizo lo mismo ante el colombiano Jorge Rodríguez. Al enfrentar al estadounidense Jerome Coffee, Nolasco aseguró la medalla de bronce al conseguir otro triunfo por puntos, y avanzó hacia la pelea por el oro. En ese enfrentamiento, ante el local Alberto Mercado, fue derrotado en un cerrado combate, de nido por votación de los jueces para conformarse con la plata.
El púgil volvió a representar al país en los Juegos Panamericanos de Caracas 1983, pero en una categoría ligeramente superior, en el peso gallo de 118 libras. Nuevamente, el quisqueyano tuvo un desempeño brillante y avanzó a pelear por el oro contra otro local, el venezolano Manuel Vílchez. Otra vez perdió por puntos y tuvo que conformarse con la plata.
La ausencia de Cuba de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, un año más tarde, colocó a Nolasco en una situación ventajosa. El joven llegó con posibilidad de medalla, dada la ausencia de los cubanos en retaliación política a los estadounidenses por un boicot soviético previo. Esta era una oportunidad enorme, pues la nación caribeña había dominado a su antojo las categorías de menor peso en boxeo en los últimos cuatro Juegos.
El pupilo de Víctor Pascual sabía que tenía probabilidades, principalmente por su ataque aguerrido, su sólida pegada y defensa para evitar golpes de los rivales.
Así lo demostró al derrotar al yugoslavo Ljubiša Simić, al ugandés John Siryakibbe y al puertorriqueño John John Molina. En la pelea por el bronce, Nolasco no perdió tiempo, y con un ataque fulminante golpeó hasta el cansancio al surcoreano Sung-Kil Moon en un combate que se de nió pronto, y que fue detenido por el árbitro al entender que el asiático no podía continuar. Esa decisión representó el primer gran logro olímpico del país, un bronce asegurado.
Según una crónica del periodista Temístocles Metz para el vespertino Última Hora el 9 de agosto de 1984, entre la confusión de aplausos y lágrimas de alegría, Nolasco compartió por más de tres horas con todos los presentes, pese a que debía medirse al día siguiente en el pase a la pelea por el oro ante el italiano Maurizio Stecca.
Eran las 11:00 de la mañana, hora del Pací co, cuando Nolasco subió al ring a buscar el pase histórico, pero fracasó en su intento ante Stecca con una decisión 5-0. Admitiendo su derrota, describió a Stecca como un peleador difícil y reconoció no haber podido descifrar su estilo de combate.
Según la crítica del presidente de la federación, Bienvenido Solano, y el delegado Mario Rafael Pagán, la derrota fue atribuida a que el criollo perdió el primero y último asalto por modi car su tren de pelea.
Pero la medalla de bronce de Nolasco fue celebrada en grande como la primera para República Dominicana. La nación lo recibió como un héroe deportivo. “El país sintió un gran regocijo y se le hicieron varios reconocimientos, muchas entrevistas y se le dio el lugar que se merecía”, rememora Pascual.
El ministro de Deportes de entonces, el doctor Luis Scheker, re- cuerda la relevancia del logro de Nolasco. “Para el Gobierno fue un gran logro. El presidente Salvador Jorge Blanco estuvo muy contento con esa medalla y se le otorgó un premio de un aparta- mento, que no era algo que se acostumbraba con los atletas en esa época”, comentó Scheker.
“ERA SÍMBOLO NO SOLO DEL BOXEO, SINO DEL DEPORTE DOMINICANO”
–BIENVENIDO SOLANO–
Dos años después de su medalla olímpica, y tras registrar un récord como amateur de 173 victorias y 18 derrotas, Nolasco saltó al profesionalismo, donde tuvo una corta carrera con resultados mixtos.
En 11 combates profesionales tuvo récord de 5-6 y su última pelea fue precisamente ante el italiano Maurizio Stecca, contra quien 164 perdió en los Juegos de Los Ángeles. Nolasco se retiró de ese combate en medio de una pausa entre rounds, y nunca volvió a subir a un ring.
El 15 de septiembre de 1995, durante un intento de robo en su hogar, el boxeador recibió un disparo que le cegó la vida. Tenía solo 33 años.
“Él era el símbolo no solo del boxeo sino del deporte dominicano, porque se trataba del único medallista olímpico del país”, a rma Bienvenido Solano. “Fue una pérdida terrible para República Dominicana. Además de que era un hombre sumamente joven, se perdió una gloria deportiva, se perdió un ídolo”.