Cuando cuenta su historia, Luisito Pie habla en plural. Al relatar su trayectoria en el taekwondo, menciona el orgullo que “sentimos” o de cómo “nos hemos’’ preparado. Sus palabras dejan claro que aunque es él solo quien entra al área de combate, le acompaña todo un pueblo ansioso porque el encuentro culmine en otro triunfo. Y es que Luisito ha acostumbrado a su país a ganar.
Una pared de su casa materna está adornada con todas las medallas que él y sus cuatro hermanos (todos competidores en tae kwondo) han acumulado. Dentro de esa colección, están aquellas que Luisito ganó en más de una docena de combates internacionales, en donde este joven de origen humilde puso el nombre de la República Dominicana en alto.
A juzgar por los éxitos en su carrera deportiva, es sorprendente pensar que Luisito representó al país por primera vez en San Luis Potosí, México en el 2013. Sus logros son propios de un atleta con más tiempo en el circuito. Pero este relativo novato de 22 años no es extraño a la presión de enfrentarse a competidores con gran experiencia y renombre internacional. De ese primer abierto, su primer viaje al extranjero, Luisito recuerda cada momento con claridad. ‘‘Cuando uno llega a un escenario así por primera vez, uno se queda observando y admirando todo. Por eso tengo casi todas esas imágenes en la cabeza, tanto de los competidores que ahí estuvieron, como del escenario. Eso no lo borro’’, cuenta Pie, transportándose a ese momento en que le abrumaba el miedo de dejar pasar la oportunidad y el deseo de dar lo mejor de sí. ‘‘En ese primer combate entré con todo el ánimo posible. Yo quería ganar. Quería que el tiempo pasara, pero con el marcador a mi favor’’. Así sucedió, Luisito conquistó el oro y trajo su primera medalla internacional a casa. Ese mismo año obtuvo medalla de plata en los Juegos Bolivarianos celebrados en Trujillo, Perú.
En el 2014 conquistó cuatro medallas de oro. Una primera en el Santo Domingo Open, clasi catorio para los Juegos Centroamericano y del Caribe. Una segunda en el Festival Olímpico Panamericano, celebrado en Puebla, México. Una tercera en el Campeonato Panamericano, llevado a cabo en Aguascalientes, México, y una cuarta en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, efectuados en Veracruz, México.
Tan solo dos años más tarde, Luisito triunfó en un escenario mucho mayor cuando ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos en Toronto 2015. Y el verano siguiente, alcanzó su mayor éxito profesional: la medalla de bronce en taekwondo en las Olimpiadas de Río de Janeiro, convirtiéndose en el único medallista dominicano de los Juegos del 2016.
Para un niño descendiente de inmigrantes haitianos, nacido y criado en Bayaguana, Monte Plata, lo que él llama ‘‘un verdadero campo dominicano’’, soñar con una medalla olímpica fue un gran acto de osadía. Tal vez su primer acto de heroísmo deportivo.
Ese gran sueño fue posible porque Luisito es producto de un hogar en donde nunca faltó el amor ni la fe, gracias en gran parte a la dedicación de su madre, Marisol Pie. Pero su familia sí sufrió gran escasez económica. Había días en los cuáles él y sus hermanos no sabían qué comerían. Se iban al colegio sin desayunar y sin saber si encontraría un almuerzo al regresar a la casa. Pie ayudaba como podía, trabajando como limpiabotas, lavando carros o asistiendo a su padrastro, Euclides Reyes en la mecánica, con quien se crió, ya que su padre biológico abandonó a su familia cuando Luisito era muy chico. Hoy, Luisito dice que uno de sus mayores orgullos fuera del ámbito deportivo es que su familia esté en una mejor situación, y que él haya podido contribuir a esa mejoría.
Para Luisito eso es lo más importante. Olmo Rencil, amigo de la infancia y compañero de entrenamiento, recuerda que desde niño él siempre fue muy apegado a sus familiares, y que ‘‘desde que él llegó al deporte fue muy positivo en querer desarrollarse’’. Esto porque Luisito vio en su talento deportivo la oportunidad de ayudar a sus más queridos. ‘‘Viendo donde nací y crecí, las precariedades de todo esto, tenía que lograr salir de allí para ayudar a mi familia’’.
Ese deseo, dice Pie, es uno que muchos otros que han vivido en su situación tienen en común. ‘‘Diría que es lo que impulsa a cada joven dominicano que lucha desde un barrio, desde un campo, donde las limitantes son mayores. Eso fue lo que me impulsó a llegar a donde estoy, a soñar en un mañana, en un futuro mejor’’.
Con ese ímpetu, Luisito empezó a practicar atletismo, hasta que el renombrado entrenador Héctor Rodríguez le convenció de que podría encontrar grandes oportunidades en el taekwondo. Allí Luisito mostró su madera de campeón. “Hay muchos atletas de este deporte que pueden tener condiciones y talento, pero eso no es su ciente” dice Gabriel Mercedes, compueblano de Luisito y ganador de plata en taekwondo en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. “Hay que tener disciplina, hay que tener ese fuego por dentro para salir adelante… y eso lo tiene Luisito”. El joven demostraría este fuego y disciplina al vencer al mismo Mercedes, uno de sus ídolos, ganando la plaza para los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Veracruz 2014, donde obtuvo medalla de oro.
Su gran dedicación y fortaleza es lo que hace a Luisito capaz de cumplir las demandas de su día a día, que incluyen cinco horas de entrenamiento, clases en la Universidad Nacional Evangélica (donde estudia Educación Física) y un estricto régimen alimenticio que lo ayudan a mantenerse en su categoría de 58 kilogramos. Cuando encuentra el tiempo, Luisito se escapa al cine con los amigos a ver la más reciente película de acción o dominicana. “Desde que sale una, ya la estamos viendo,” dice Pie.
Dentro del tatami o fuera Luisito siempre atrae atención. Cuenta que a veces tiene di cultades terminando una comida en un restaurante por las interrupciones de fanáticos que le piden fotos, o le quieren estrechar la mano. Pero Luisito aprendió a manejar su fama de la misma forma que amaestró su deporte: con la práctica. ‘‘Tal vez al principio me sentía un poco incómodo porque no era algo normal en mi vida’’ dice, ‘‘pero ya sí lo veo como normal y en realidad me siento feliz de que una persona se acerque a darme una bendición o felicitaciones, es algo muy bonito. Así que vale la pena, porque esas personas nos apoyaron y estuvieron pendientes de nuestro resultado y sufrieron el momento, entonces vale compartir con ellos, vale prestarles atención.’’ Ha sido un largo camino para este niño que pasaba sus tardes montando bicicleta y recogiendo mangos.
“HAY QUE TENER DISCIPLINA, HAY QUE TENER ESE FUEGO POR DENTRO
PARA SALIR ADELANTE… Y ESO LO TIENE LUISITO”
–GABRIEL MERCEDES–
Tal vez ese niño nunca pudo haber soñado con que sería un héroe nacional, pero eso es lo que muchos lo consideran hoy en día. Cuando ganó la medalla olímpica, todos se apresuraron a alabarlo y unirse a la celebración.
Eso de ser un ejemplo para los atletas del futuro es una responsabilidad que Luisito entiende bien. Cuando se inició en el deporte, veía en los campeones de Bayaguana que vinieron antes que él modelos a seguir. Ahora él espera dejarles su historia a los jóvenes como inspiración. Quiere que sepan que si él pudo, aun cuando su situación era tan difícil, ellos también van a poder. Esto es lo que él quiere ofrecerles a los que ‘‘ahora luchan para alcanzar un sueño y para un mejor futuro’’.
Pero eso no quiere decir que Luisito pueda ser relegado a la categoría de “ejemplo”. Él es un contrincante a temer que no deja que sus logros le hagan complaciente. Por ahora, sigue cumpliendo elmente con su rutina de entrenamiento, y a mantenerse en forma para competir por una segunda medalla olímpica en Tokio 2020. Él no está listo para hablar de su legado, porque como dice, con una sonrisa en la voz: ‘‘Es que todavía no hemos terminado. Estamos empezando’’.