En 1936 Adolf Hitler profesaba las ideas de la supremacía aria, promoviendo la visión de que estos especímenes eran los más adecuados
para dominar el mundo. ¿Qué mejor plataforma para demostrar ese supuesto dominio físico que los Juegos Olímpicos que se celebrarían ese año en Berlín?
Inmerso en su ceguera, Hitler obvió algo importante: el deporte no conoce de raza ni de país. Eso le quedó demostrado cuando un hombre afroamericano de seis pies de estatura y 165 libras se hizo con el oro en la pista de 100 metros, en el salto de longitud, en la carrera de 200 metros y en la carrera de relevos de 4 x 100 metros. Jesse Owens, un nombre que fue escrito en la historia del deporte y la política ese agosto, le dio a entender cuatro veces al mundo, y a su propio país, donde también sufría discriminación, que el corazón, el esmero y el enfoque físico se imponen por encima de cualquier otra predisposición.
Después de todo, de eso se tratan los Juegos Olímpicos: de democratizar el acceso a la gloria.
Desde sus inicios en la Antigua Grecia, su meta principal ha sido una: que el camino del éxito sea el mismo para todo participante, sin importar su condición social. Es la historia del pequeño con gran corazón que se impone ante las adversidades, de aquel que se levanta de las cenizas como Ave Fénix, logrando con el cuerpo y la mente aquello que parece imposible.
En su primera edición, celebrada en 776 a. C., la carrera de velocidad también fue ganada por un hombre discriminado en su cotidianidad: un panadero de pocos recursos llamado Corebo, proveniente de la prefectura griega de Élide. Su victoria en el evento de la “ nal del estadio”, una prueba que consistía en correr el stadion, de 192.27 metros, trajo consigo la consolidación de la meta ulterior detrás de la creación de este evento: buscar la igualdad de condiciones, donde el mejor deportista fuese proclamado vencedor a través del juego limpio, sin que la posición social tuviera importancia alguna.
Jesse Owens
En sus inicios, los llamados Juegos Olímpicos de la Antigüedad eran una cuestión relativamente sencilla: se celebraban cada cuatro años en la ciudad de Olimpia, duraban un solo día, y siempre coincidían con la primera luna llena después del solsticio de verano. Ya para 472 a. C., los juegos atraían a participantes de las zonas circundantes, como Laconia, Arcadia y Mesenia. Para la época clásica, con categorías como el pentatlón, las carreras de velocidad, el boxeo, las carreras de carro de dos ruedas, la equitación y la lucha pancracio —un estilo de combate parecido a las actuales artes marciales mixtas—, el evento llegó a extenderse hasta seis días.
Esas pruebas tenían como n rendir honores religiosos a Zeus —en Olimpia se encontraba el mayor santuario dedicado al rey de los dioses de la mitología de la zona—. Dada esa inclinación no lucrativa, los ganadores obtenían como único premio una corona de ramas de olivo… aunque claro, al llegar de vuelta a sus ciudades eran tratados como héroes, y en reconocimiento a sus hazañas recibían ayuda económica de parte de los nobles. El espíritu de fraternidad era tan grande, que durante los juegos se instauraba la tregua olímpica, un alto acordado en los con ictos bélicos de la región para que los deportistas pudieran trasladarse a la sede de los eventos y luego retornar en paz a sus hogares en las polis y las colonias griegas del Mediterráneo.
Con la llegada del cristianismo a la zona, en el 393 d. C., fueron prohibidas todas las celebraciones paganas, incluyendo esta tradición de más de once siglos.
SE ENCIENDE EL SENTIR OLÍMPICO POR NUEVA VEZ
A nales del siglo XIX se encendió de nuevo ese sentido de fraternidad, de democratización del deporte, de paz olímpica: los griegos habían revivido sus juegos nacionales, con una versión celebrada en 1870 en el remozado Estado Panathinaikó de Atenas, con 30,000 personas en sus gradas. Sin embargo, años después un visionario entendió que los Juegos Olímpicos tenían el poder de traspasar las fronteras de Grecia.
Pierre de Fredy, barón de Coubertin, un aristócrata y pedagogo francés, tomó en sus manos la tarea de llevar los Juegos al mundo, tratando de promover la igualdad en momentos en que los vítores deportivos iban exclusivamente a la clase adinerada. Por ejemplo, en Gran Bretaña, donde residía, las competencias de remo excluían explícitamente a los miembros de la clase baja.
A través de un trabajo diplomático, Coubertin logró la formalización del Comité Olímpico Internacional (COI), ya que veía los Juegos como una oportunidad de promover la hermandad, no entre los ciudadanos de un país, sino de una amplia cantidad de naciones. Tras una gran cantidad de tropiezos, de limitantes económicas, (Grecia pasaba por un mal momento nanciero) y de con ictos políticos (como remanente de la guerra franco-prusiana, los franceses no querían estar presentes en el mismo lugar que los alemanes), las Olimpíadas volvieron a casa en 1896, pero esta vez con la participación de 241 atletas de 14 países. Durante la ceremonia de apertura, el 6 de abril, el Panathinaikó estaba rebosado con 80,000 personas. Los ganadores recibieron medallas de plata estampadas con la imagen de Zeus, junto a una hoja de olivo.
Se había encendido nueva vez la llama olímpica en el mundo.
El éxito de este primer evento, sin embargo, no se replicó en la segunda edición, celebrada en París, donde se encontraba la sede del COI. Llevados a cabo dentro de la Exposición Universal, fueron confundidos con exhibiciones deportivas y, al no tener ceremonia de apertura y clausura exclusivas, no brillaron como los primeros. No obstante, pasaron a la historia como los primeros Juegos con participación femenina, en las categorías de tiro con arco y tenis. La llegada de las mujeres representó un hito que rompió incluso con el deseo de Coubertin, quien se oponía radicalmente a su presencia en las justas, ya que alegaba que atentaban contra el origen histórico de las mismas. En esa versión de los Juegos también se dio el debut del primer atleta negro, el franco-haitiano Constantin Henríquez de Zubiera, quien compitió con el equipo de rugby de Francia.
La cantidad de atletas y países aumentó para San Luis 1904 y Londres 1908, y con esto también creció la inclusión de medidas tecnológicas certeras para asegurar la limpieza de los resultados, por ejemplo, el photo nish y el uso del cronómetro, introducidos en Estocolmo 1912.
LOS JUEGOS COMO REFLEJOS DEL CONFLICTO
La paz olímpica lograda en la Antigua Grecia no tuvo símil en la época moderna. Por eso, las únicas competencias internacionales que tuvieron lugar en 1916 se dieron entre las fuerzas militares de los países involucrados en la Primera Guerra Mundial. Los Juegos se reanudaron en 1920 en Amberes con la participación de 29 naciones, sin la presencia de Alemania, Austría, Turquía, Bulgaria, Polonia y la Unión Soviética, por sus roles en el con icto. El número de naciones y competidores siguió en aumento en los Juegos de París cuatro años más tarde, y el creciente interés en ellos trajo en Ámsterdam 1928 al primero de un grupo de nombres que eventualmente contribuirían al crecimiento de los Juegos Olímpicos. Ese año entró Coca-Cola como el primer patrocinador del evento.
Tras un evento de baja asistencia en Los Ángeles 1932, Berlín 1936 fue vista por Hitler como una oportunidad dorada de promover su ideología de la supremacía blanca, hasta que Owens y sus cuatro medallas le demostraron lo contrario.
Los Juegos han servido para re ejar situaciones económicas y políticas que traspasan el deporte, como sucedió con la Segunda Guerra Mundial, en 1940 y 1944 cuando se suspendieron las celebraciones, y al retornar a Londres en 1948, sin la participación de Alemania ni Japón, se hizo un evento austero, parecido al de Amberes 1920. También han servido para esclarecer estas situaciones: en Múnich 1972, los mismos Juegos donde el grupo terrorista palestino Septiembre Negro secuestró y asesinó a 11 atletas israelíes para exigir la liberación de 234 prisioneros en Israel, la gimnasta soviética Olga Korbut realizó magia diplomática entre otras dos naciones en con icto.
Tras su espectacular rutina sobre las barras asimétricas, donde la diminuta atleta de 17 años Olga Korbut realizó un salto mortal hacia atrás, ella y las gimnastas de su equipo fueron invitadas a la Casa Blanca. Los estadounidenses habían enloquecido con su estilo, y cientos de niñas en todo el país se dirigieron a sus academias locales de gimnasia para intentar imitarla. Ahí, en medio de la Guerra Fría, el entonces presidente Richard Nixon le dijo:“Tú hiciste más (por las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética) en tu participación en Múnich que todas las embajadas estadounidenses del mundo en cinco años”.
En los Juegos siguientes, en Montreal 1976, mientras que otra gimnasta del Bloque Soviético, la rumana Nadia Comăneci, fue la estrella con el primer 10 perfecto del deporte, más de 20 naciones se retiraron de los eventos en protesta, con un boicot en contra del apartheid por la participación del equipo neozelandés de rugby en unos juegos en Sudáfrica. También se retiraron 65 naciones de los Juegos de Moscú 1980, en protesta a la invasión de Afganistán por parte de los soviéticos y, en el caso de China, por tensiones políticas entre los dos países. Cuatro años más tarde, en Los Ángeles 1984, la Unión Soviética le devolvió el boicot a Estados Unidos. Ya para ese entonces participaban 140 naciones en los Juegos Olímpicos.
Entre esos países estaba la República Dominicana, que conseguía la primera medalla en su historia de participación olímpica, que había iniciado 20 años antes. En una pelea contra el surcoreano Sung-Kil Moon, los puños del boxeador Pedro Julio Nolasco le dieron un bronce a la nación caribeña.
“Esa medalla fue un referente no solo para el país, sino para América Latina”, recuerda el entonces presidente de la Federación Dominicana de Boxeo, el ingeniero Bienvenido Solano. “En aquel entonces el deporte no tenía tanto respaldo como lo tiene ahora, y la medalla de Pedro Julio le envió un mensaje a la juventud de que cuando se tiene talento, cuando se trabaja y se le pone esmero a las cosas, se puede llegar muy lejos”.
Después de todo, entre el con icto, el deporte también tiene la capacidad de enviar mensajes positivos.
EL OTRO IMPACTO DE LAS OLIMPÍADAS
Los Ángeles 1984 también fue memorable por otra razón. “Estos juegos marcaron una frontera en materia de comercialización y mercadeo, con una labor impresionante de los Estados Unidos, contando con una inversión total del sector privado para el montaje”, explica Roosevelt Comarazamy, periodista narrador para la televisión dominicana de ya ocho ediciones de los Juegos Olímpicos. “De ahí en adelante, los Juegos han sido una máquina de producir dinero”.
De hecho, esta situación estuvo a la vista en Barcelona 1992. Según cálculos del periódico español “20 Minutos”, tuvieron un costo de 6,728 millones de euros, pero su impacto económico fue de 18,678 millones. Con esto se logró catapultar la economía de Cataluña a niveles impresionantes. Gracias a la participación del sector privado, los Juegos ya no eran solo una herramienta de promoción de hermandad internacional, sino también de promoción económica. También hay casos en que los Juegos han representado un desequilibrio económico para el país sede, como el caso de Atenas 2004, cuya celebración provocó posteriormente una enorme crisis económica que aún afecta a la nación helénica ¿Qué pensaría Pierre de Coubertin de esta realidad en comparación a los modestos inicios de los Juegos Olímpicos modernos?
O más aun: ¿Qué pensaría del hecho de que su pequeño proyecto, tras años de éxito, volvería a Grecia una vez más, en 2004, y esta vez con 10,625 atletas de 201 naciones? Para República Dominicana, de todos sus participantes, los más importantes fueron 14: Félix Sánchez, quien logró una medalla de oro en los 400 metros con vallas, Gabriel Mercedes que se llevaba un quinto lugar en taekwondo y, las 12 integrantes del equipo de voleibol femenino, quienes en su primera participación olímpica escalaron al lugar 11 del tablero.
Cuatro años más tarde, en Pekín 2008, Félix Díaz traería oro al país en boxeo, y Gabriel Mercedes ganaría una medalla de plata sobre el tatami.
Ya en Londres 2012, el país lloró de emoción junto a Félix Sánchez cuando, tras años en declive, se alzó con su segunda medalla de oro, convirtiéndose en el atleta de mayor edad en ganar un oro olímpico en los 400 metros vallas, a los 34 años. Y el mismo día, Luguelín Santos, una promesa de 18 años, demostró que su futuro ya era el presente: en sus primeros Juegos Olímpicos conquistó la plata en los 400 metros planos.
Los Juegos de Río de Janeiro 2016, los primeros en celebrarse en América del Sur, se produjeron en un momento en que Brasil enfrentaba una situación complicada, con el proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff, además de una crisis económica derivada de la llamada Operación Lava Jato, un esquema de lavado de dinero de más de 10 mil millones de reales brasileños. Aparte, muchos atletas del hemisferio norte se ausentaron por la extendida presencia del virus del zika en la nación.
El actor brasileño Wagner Moura, haciendo referencia a la implosiva situación política de Brasil justo antes de las Olimpíadas, equiparó el evento a “una pareja que recibe visita en su casa inmediatamente después de una pelea”. Sin embargo, como dice uno de los himnos de la ciudad, o Rio de Janeiro continua lindo. “La cidade maravilhosa” salió airosa, y en sus terrenos deportivos el mundo recibió varias lecciones sobre el nuevo orden mundial.
Dos de esas lecciones vinieron de la piscina, y no necesariamente del ya legendario Michael Phelps, quien con 28 medallas olímpicas es el atleta más condecorado en la historia del evento. La primera lección fue positiva, vino de la atleta china Fu Yuanhui, quien con su creativo humor y su transparencia sobre el efecto de la menstruación sobre su desempeño, dio a conocer una cara nueva del gigante asiático; la de una generación que gracias a la apertura global y al crecimiento económico, está cambiando el “Hecho en China” por el “Diseñado en China”, apostando por la innovación en vez de la manufactura barata.
La segunda lección fue negativa, vino del estadounidense Ryan Lochte, quien buscó encubrir una noche de alcohol y vandalismo con una historia inventada de un atraco a punta de pistola en las calles de Río. Las autoridades de la ciudad presentaron rápidamente pruebas de la falsedad de esas declaraciones, y el mundo repudió la gura de un primermundista que creía podía pisotear la ley en un país en vías de desarrollo. En una bofetada diplomática, Brasil representó las naciones subestimadas, y los millones de personas que siguieron la saga de Lochte conocieron un lado poco publicitado de Latinoamérica.
Una tercera gran lección vino de los británicos. Con un desempeño récord, llegaron al segundo lugar del medallero que elevó el sentir nacional en un punto bajo pos-Brexit. Dieron pruebas de que el plan de inversión en deportes y atletas estratégicos que habían iniciado años antes había dado resultado. El #TeamGB dio 67 muestras de que enfocarse en el deporte a largo plazo es un plan que da frutos.
Algo parecido está sucediendo en República Dominicana, con sus estrategias mixtas con contribuciones de los sectores público y privado. La unión de esfuerzos del gobierno dominicano, a través del ministerio de Deportes, y del programa Creando Sueños Olímpicos (CRESO) han abierto las posibilidades para que los atletas quisqueyanos tengan más oportunidades de destacarse, algo que queda evidenciado en el hecho de que un dominicano ha subido al podio en los últimos cuatro Juegos Olímpicos.
Con acciones conjuntas como esta, y gracias a la garra natural del dominicano, las medallas seguramente seguirán llegando.
NUEVOS EQUIPOS, NUEVOS ATLETAS
En la ceremonia de apertura del Maracaná, el equipo formado por 10 atletas refugiados recibió una ovación de pie, en reconocimiento a su esfuerzo para sobreponerse a las di cultades políticas de sus países. Aparte de esta inclusión, el Comité Olímpico Internacional también decidió permitir a los atletas transexuales competir en los eventos regidos por el organismo, en un acto de apertura que supera la realidad en cientos de países.
LA PARTICIPACIÓN DE ATLETAS CON DISCAPACIDADES
Como parte del espíritu de integración y de igualdad que promueve el ideal olímpico, en 1960 se crearon los Juegos Paralímpicos. Desde entonces, en cada verano de Juegos Olímpicos se celebran los juegos para atletas con discapacidades.
Esa primera versión se celebró en Roma, con la participación de 400 atletas de 23 países. En Río de Janeiro, la intervención fue de 4,333 competidores actuando en nombre de 159 naciones más los atletas refugiados representados por el equipo Paralímpico de Atletas Independientes, o IPA por sus siglas en inglés.